jueves, 27 de julio de 2017

Berta Cáceres en el Festival Internacional de Poesía de Medellín, 2017

En el marco del Festival Internacional de Poesía de Medellín 2017, tuve participación, el lunes 10 de julio, en una mesa donde el conversatorio giró en torno al tema "Construyendo el país soñado", enlazando -desde nuestras experiencias por país- con la firma de paz en Colombia. A mi lado estuvieron Gunnara Jamioy de la nación Iku-Kamentsa-Colombia y el cantautor pop-rock chileno Chinoy. Moderó la mesa el escritor colombiano Mario Angel Quintero.
Conversatorio. Foto: Mayra Rizzo.


Decidí que mi participación sería un homenaje a Berta Cáceres y explicar Honduras y Latinoamérica desde su dialéctica esencial, más allá de la mediatización que busca reducir su impronta a la lucha medio ambiental (la reconocida activista Blanca Jagger también expuso como denuncia internacional el asesinato de Bertita, siempre en el marco del Festival).

Blanca Jagger - Foto: Fabricio Estrada


Hablé, entonces, intentando llevarla a aquella bella placita del Teatro Pablo Tobón Uribe, concurrida por un público excepcional y atento, y lo expresado puede resumirse en un texto que escribí en marzo para ser publicado aquí en Puerto Rico, el cual comparto a continuación:


Y por Berta, caminaría todas las montañas.

Berta llegaba un poco atrasada ese mediodía. Nos citamos para almorzar en Café Paradiso de Tegucigalpa y como siempre pasaba al encontrarla, tuve la sensación de estar más ante una niña risueña que ante la Berta Cáceres que electrizaba las enormes asambleas populares de la Resistencia hondureña al golpe de Estado del 2009. 

La voluntad más lúcida de todo el movimiento popular hondureño estaba llegando entonces a almorzar conmigo y yo no podía evitar (nunca lo pude) el sentirme admirado por su afabilidad y sonrisa de compañera sencilla. Así ocurrió el día anterior al almuerzo, cuando nos pusimos de acuerdo para ir a Paradiso durante el foro preparatorio de Cambio Climático 2015 realizado en un hotel de Tegucigalpa. Ella era discursante principal y como si nada, se puso a hablar conmigo en las últimas sillas sobre cualquier cosa, como amigos contando sus respectivas novedades en espera que iniciara el evento. 

Como miembro de la coordinación de Artistas en Resistencia había estado en muchas reuniones donde ella se convertía en la orientadora esencial, en la compañera segura de sus palabras y de su experiencia en la defensa de los derechos indígenas sobre sus recursos, pero sobretodo, de la insistencia de su planteamiento de recuperación del patrimonio simbólico ancestral como vía dialéctica hacia la lucha. Eso incluía todo lo que éramos y a la vez negábamos: somos mestizos y somos indios, más indios que mestizos y nos desligaron de la tierra haciéndonos creer un resultado aparte, una consecuencia del usurpo de la conquista, le escuché decir en una ocasión en Utopía, el Centro del COPINH (Consejo de los Pueblos Indígenas de Honduras) en La Esperanza, Intibucá. Hablaba con puntual cadencia sobre el cómo la lucha territorial era la clave para destrabar la idea de liberación surgida desde la urbanidad alienada, del cómo los paros cívicos territoriales ayudaban a dos cosas a la vez: a detener el transporte de mercancía de los grandes latifundistas y a acelerar la conciencia sobre la lucha general desde lo local. Defender un río como defender el mar, defender un árbol como defender el bosque, defender el rito lenca como defender a la humanidad primigenia. Era una lucha por la defensa de la vida -decía- desde lo más cercano, no desde las distancias irreales que imponen las ciudades y sus dinámicas. Recuperar nuestra raíz ancestral sería recuperar el derecho al territorio y de ahí, el derecho a ser nación, en primer lugar, luego diversidad soberana y al final, independencia plural, humana.

Y esa era la clave de todas sus intervenciones, la clave que hacía que los movimientos o corrientes emergentes se sintieran representadas por ella y por la lucha del COPINH. Su omnipresencia en cada uno de los ejes de lucha de los últimos veinte años en Honduras elevó su figura y su voz a niveles imprescindibles. Uno podía asegurar que la verdadera presión estaba ausente si el COPINH no se había sumado aún a la acción de repudio, bloqueo o exigencia popular. Con ella al frente, por supuesto. Cuando las movilizaciones que ella encabezaba elevaban sus banderas de colores en las calles de la capital nacía una efervescencia diferente, tan diferente como la primera movilización de las etnias hondureñas en 1993. Miles de indígenas y pueblos negros se tomaron la ciudad en el marco de la conmemoración del V Centenario del “descubrimiento de América” y forzaron la creación de leyes que ampararan, por primera vez de manera tácita, a las comunidades ancestrales históricamente relegadas. Desde ahí, desde aquel 1993, Berta Cáceres se decidía a darle coherencia a su participación voluntaria en una lucha que, pocos años atrás, la llevó a movilizarse en las filas del FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional) durante el conflicto armado salvadoreño.

Ahí estaba, pues, Bertita Cáceres, llegando tarde a Paradiso y queriéndose hacer perdonar por su sonrisa sencilla y su íjole compa, como que me tardé mucho, ¿verdad? Y claro que disculpé a la que fue candidata a vice-presidenta en la fórmula independiente de Carlos H. Reyes, la candidatura que anunció su retiro en las elecciones del 2009 por negarse a participar en las condiciones dictatoriales pos golpe de Estado. Comamos unos spaghetti -le dije- y ella se los comió saboreándose como niña, mientras yo le leía una crónica sobre la isla de Amapala. Eso es lo que quiero -me dijo-, visualizar la lucha del COPINH desde una historia contada así, fotografiada así. Mónteme un taller en las montañas, de foto y poesía… pero eso sí, tiene que caminar mucho… mire que nos tienen invisibilizados y ese papel lo juegan a diario los medios. Acordamos una fecha para el taller justo cuando se unían Bertita y Salvador, dos de sus hijos e hijas que acababan de llegar, uno de Argentina y la otra de México.

Seguro de que la tarde era luminosa y que pronto vería esa luz en las montañas de Intibucá, me despedí de ella con un fuerte abrazo. La admiro muchísimo, compa. Es un honor para mí haber almorzado con usted, le dije. Ella se rió con visible pena y me dijo que no, que no inventara, que allá me esperaba. Mes y medio después la asesinaron* las grandes compañías extractoras y sus nexos en el gobierno de juan orlando hernández. Mes y medio después, en los días que debí estar junto a ella, caminando por las montañas.

Sentí el dolor más antiguo que jamás ninguna raíz pudo darme. Era mi voz ancestral que se derrumbaba.


Fabricio Estrada


*La hidroeléctrica DESA es señalada como la principal sospechosa dado la fuerte oposición que el COPINH ejercía ante el proyecto de represa en el Río Gualcarque, Intibucá. Recientemente, se anunció que la banca que  financiaba el proyecto ha retirado su aporte, lo cual constituye una victoria parcial en la lucha que Berta Cáceres impulsó. Los autores intelectuales de su asesinato se mantienen en la impunidad. 

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