miércoles, 15 de mayo de 2013

Mercado San Isidro en la otra llama

Me ha tocado ver dos veces el incendio de los mercados de Comayagüela, y no me he sentido para nada un Nerón, no he pedido liras ni cármenes, al contrario, me he sentido como un bibliotecario copto corriendo desesperado alrededor de la biblioteca de Alejandría en llamas, como el locutor desgarrado anunciando el estallido del Gran Zeppelin, como los sacerdotes de Tonatiuh contemplando horrorizados la quema del Teocalli Mayor en Tenochtitlán. Ahí se quemaron los mayores puestos de libros usados de Tegucigalpa y, por supuesto, todas las esperanzas de sustento de cientos de locatarios. Recuerdo bien ese macabro resplandor de 1998 y la columna de humo del año pasado. En ambos momentos Tegucigalpa perdió el latido de su principal conglomerado y en ambas ocasiones, de una u otra forma, ha vuelto a latir gracias a la impresionante fuerza de voluntad de las víctimas.

Hoy he regresado a las cenizas junto a Mayra, Martín, Los Pandas con Alzheimer, junto con Angel Martínez, Moises, Medardo y otras hierbas, invitados por Edgar Soriano y el CAC-UNAH. El Mercado San Isidro ha querido reavivar otro fuego para otras nuevas voluntades y, en esta calcinante tarde, la danza folclórica, la canción más divertida y la más valiente poesía hicieron de chispas, así, artistas a la plancha sobre la plancha donde se levantará la segunda fase de reconstrucción del mercado.


Comprobamos algo que desmonta la campaña de terror diario de los medios: el San Isidro rebosa de color, tranquilidad y ganas de vivir. Caminamos a través de sus puestos, comimos de sus costillas de cerdo fritas en limpios comedores, nos perfumamos con sus romeros, tilos, valerianas, canelas, arroces, quesos secos, cabuyas para hamacas, rapaduras de dulces, cueros de fajas... y todo hasta llegar al pie donde subsisten los dos últimos puestos de libros con sus doñitas guardianas y la música evangélica en todo su apogeo y bienaventuranza. Todos las ansiedades y distorsiones que los medios incuban sobre el lugar viene a demostrarse como una bien orquestada campaña para alejar la compra de los mercados populares y trasladar el flujo de consumo hacia los centros comerciales, y lo peor, muchísima gente considera que ahí, mientras se pesa el maíz o se compran los zapatos, el vendedor lucha contra una puñalada, el cliente se lanza  pecho a tierra esquivando las balas y los transeúntes corren en pánico. Absoluta y llanamente falso. Ahí hay gente trabajadora que lo que menos quieren es espantar a sus precarios clientes, y para ello se organizan, ordenan, se vuelven pájaros fénix cotidianos.







El brilloso cuadro de danzas folclóricas del Instituto Jesús Aguilar Paz.

 Los dibujos producidos durante el taller que Medardo Cardona (ENBA) ha impartido.


 Martín Cálix durante su lectura de poesía.

Títeres producto del taller que Angel Martínez ha dado a los niños de los locatarios.

Ese temor mediatizado, por ejemplo, hizo que el cuadro de danzas folclóricas de la UNAH se resistiera a ir aduciendo el peligro, el grave riesgo en que incurrían al asistir. Me imagino que los del Aguilar Paz lo habrán sopesado por igual y es excusable ya que no es nada fácil desenredar la alienación de la monstruosa propaganda de las élites, pero a la vez, vuelve a mostrar la desconexión lograda a efecto de ello, una desvinculación con el otro o la otra de la misma clase que sufre la extracción diaria de su libre albedrío. El artista así alienado se convierte en algo peor a un mediocre intento estético, se vuelve comparsa de salón, "entretenedor", arlequín amaestrado que nunca sentirá la auténtica vibración de lo que se vive en la realidad.

Dibujo hecho por un muchacho que asistió a los talleres de Medardo Cardona.

Un lenguaje artístico rotundo y transformador sólo puede conformarse asumiendo todas las realidades. Y tampoco es de engañarse creyendo que este tipo de acercamiento pequeño-burgués librará y ganará batallas que solo la lucha liberadora alcanzará a lograr articulada por una clara visión de lucha revolucionaria de todo el pueblo incendiado. De creer en nuestros propios espejismos de acercamiento estaríamos admitiendo una oprobiosa filantropía artística con efectos contrarios a lo que aparenta.

Pero aún así estos actos ayudan a sacarle fibra y a afilar las concepciones de los artistas que nos involucramos. No es ninguna pérdida de tiempo admitir nuestra escasa "infiltración" dentro de la auto-suficiente vibra popular. Edgar Soriano y Medardo nos han llevado ahí mismo, al pie del altar de San Isidro donde se reza por la esperada lluvia mientras abajo de la plancha se mueven las flamas de un horno desconocido. 

 El rezo

 El horno

La llama.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Que buen artículo Fabricio! Este tipo de acciones desalienantes y transformadoras es lo que más nos urge hacer! Felicidades!