martes, 4 de octubre de 2011

Sabanagrande abre Octubre

























Cuando el bus va acercándose a Sabanagrande, a la altura de La Trinidad para ser preciso, todas las radios  sintonizan una frecuencia única que es, asombrosamente, el portal de entrada a una paradoja del espacio-tiempo. Comienza a sonar Opus, Laura Branigan, Tarzan Boy y todos los éxitos de Los Galos (sé que Nora Geraldina Rivera tiene algo que ver con esto, desde la cabina de Radio Sabanagrande, pero prefiero mantenerme en la ficción).

Otra cosa que ocurre es que llegando a San José, comienza a caer una tormenta imperiosa que deja sin aliento a los cerros, y la artillería de tambor del invierno se vuelve absoluta. Sí, esta es la guerra de los elementos y las quebradas braman, los tejados tiritan y nadie se atreve a asomar las narices hasta que vuelve el silencio, domesticado y empapado. Luego me voy de rastreo siguiendo las huellas del óxido y las fotos viejas, o simplemente me fijo bien en los rostros y dejo que desde sus ojos me recuerden todo.

¡Todavía sobreviven los viejos maderos del naufragio! La tormenta hace flotar juguetes, libros, árboles que siguen siendo las piedras miliares de cuánto sé y soy. La francachela de las cervezas y los primos y primas, la insolencia policial apresando por pura "lengua" (chisme), la súbita alegría de los cipotes alrededor de los que van presos, lo común que es todo esto...

Y luego la aldea junto a Paty y Memo, las pláticas con la Tía Mercedes, Tía Moncha, Tía Tanchito, Norma, Camén... ¡Vaya larga visita!... y yo que sólo iba a organizar a la Resistencia Popular...

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