lunes, 7 de febrero de 2011

Entrevista al poeta Rolando Costa, El Salvador - Fabricio Estrada




“El ser humano se estaciona y se olvida de algo. Sin embargo ¿Qué hay en el ser humano que hace que soporte tanto?” Rolando Costa

En lo personal, Rolando Costa es el poeta salvadoreño que con mayores misterios alimentó mi curiosidad, una vez que la esplendida poética salvadoreña comenzó a iluminar los cuartos vacíos de mi conocimiento hasta entonces. ¿Por qué? Bastó la recomendación del poeta Alfonso Fajardo, poniéndolo en mis manos como pasaporte al reino de la intriga: “Leéte bien este libro y ya me contarás” –me dijo-, y así, comencé a intuir las dimensiones reales de aquel regalo que desbarató muy pronto “el Reino de la Intriga” para pasar a ser (Helechos), una experiencia estética desbordante, un país terreno al que el poeta le aplicaba disecciones forenses, una indagación profunda al laberinto en el que, el alma humana, oficia de minotauro.


1-     Han pasado muchos años desde que Helechos -y usted mismo- se convirtió para muchos en un poemario de culto dentro de la literatura salvadoreña, no tanto por su prolongado silencio como autor, sino más bien, por su inusitado desmarque estético respecto a la gran mayoría de poesía que se escribía en ese tiempo en Centroamérica ¿Cómo valora ahora, desde esta perspectiva, a Helechos?

Una valoración de Helechos me hace pensar en si logré o al menos en alguna medida logré lo que al escribirlo quería lograr. Quería, como se dice, sacar lo que tenía adentro de emociones.
Quería hacer una denuncia.
Quería sembrar una semilla.
Quería entregar una joya.
Quería solidarizarme.
Quería trascenderme a mí mismo.
Quería encontrar otro mundo.
Quería encontrar la poesía.
Quería encontrar a Dios.
Quería dejar y dar algo de mí mismo.
Quería desgarrarme.
Quería encontrar al ser humano del inicio.
Quería estar con la humanidad.
Quería mi libertad, una esperanza.
Y por todo eso y más, dediqué esos años de mi vida a escribir un libro, solo uno, y para lograrlo, quemé las naves. ¿Qué logré? Creo que escribir ese libro me salvó de la vacuidad.
El ser publicado el libro, me dediqué a distribuir por algunos días los quinientos ejemplares que me correspondían, de una edición de 2 mil ejemplares. Hubo quien opinó que el libro lo produjo una mente calenturienta. Y hubo quien opinó que se trataba del trabajo de un existencialista. Pero el reposo no lo tuve hasta que escribí Euquenor Tragado, el título definitivo de este otro libro.
Y me fui a otras cosas. Sí, de alguna manera me rescaté a mí mismo de la disolución de entre la humanidad. Pero me faltaba todavía.


2-     ¿Lo pútrido es una forma de exquisitez estética o un reflejo en el texto de la descomposición social?

Existe lo que medra en las descomposiciones. El verde del musgo es deslumbrante, maravilla. Los hongos, también maravillan. Pero medran. ¿Somos algo meramente así en el devenir de las cosas vivas o hay algo en nosotros diferente, un cristal, que no requiere de medranzas? ¿O una pulsación, como en las luciérnagas? ¿Hay un llegar a ser o un ser ya?
Sí, lo social es una descomposición cuyas medranzas se estacionan en el ser humano. Y el ser humano se queda enredado en lo social y sus estaciones. El ser humano se estaciona y se olvida de algo. Sin embargo ¿Qué hay en el ser humano que hace que soporte tanto? ¿Qué quilates? La interrogante es válida. Helechos está lleno de preguntas.

 3- ¿Qué papel jugó el surrealismo u otras lecturas crípticas en la conformación de Helechos?


 Me impactó el uso de lo onírico, de lo absurdo, de lo conciso, de lo paradójico, de lo fantástico, y lo extraño en las artes, no solo en la palabra. No hacía mucha distinción entre movimientos y manifiestos, tomaba lo que me parecía acertado. Por ejemplo, una vez encontré entre los libros que le habían dejado a mi padre de una biblioteca, uno de un tal Frank Kafka, titulado El proceso, como decía la portada sin ilustración alguna ni comentarios de introducción. No pude dejar de leerlo hasta darle fin; mi impresionó muchísimo, impactó. Y no tenía a nadie con quien comentarlo por entonces.
Y apareció un tal Rilke con las elegías de Duino, y Los Cuadernos de Malte L. Brigge. Por ese mismo tiempo, en esa misma biblioteca, encontré a Pío Baroja, y me encantó. Todo lo hacía por cuenta propia; no buscaba quien me orientara. Levantando tapas y visitando librerías iba encontrando, para mí, tesoros. Luego fui recibiendo libros prestados.

4- La trans-sustancialidad de sus evocaciones poética referentes a la condición humana, ese constante señalamiento del hombre convirtiéndose en bestia ¿sigue guiando este concepto a su creación?

El hombre dejado enteramente a sí mismo desaparecería. No está en la capacidad de salvarse a sí mismo. Pero no está solo ni abandonado en el universo. Hay alguien.


5- En Helechos usted le da vida a un personaje de nombre Euquenor, personaje que al igual que el Moldoror de Lautreamont resume la degradación anímica y la desesperanza humana. ¿Cuánta fe tiene usted en el humano de nuestro tiempo?


Los proyectos humanos son un callejón sin salida. El propósito de Dios para el hombre es seguro. Vamos en una cuerda floja, todos. La misma fe que tengo en mí mismo es la que tengo en el prójimo.

6- En uno de sus versos, afirma que "no puede referirse con amor a nadie" ¿Hizo hablar al impulso poético o es una sentencia personal?

En lo personal, siento que gocé del aprecio de quienes me rodeaban, y, en cierta medida, fui ingrato y desagradecido, y me duele reconocerlo. Pero sentía que todos ellos me pedían que me sentara allí, con ellos; entonces sentía una inmensa soledad, porque no podía hacerlo. Y estando todos sentados, en cualquier momento surgiría aquella frase de María Rilke, “porque nuestras almas viven de traición”. El amor sigue siendo auténtico pero también sigue siendo fácilmente suplantado. Llegará el momento en que podrá uno sentarse a disfrutar de la inmensa paz que existirá, porque el amor y la justicia estarán allí completos, lo que ahora es una esperanza. Y será así porque nos habremos dejado guiar por ese Alguien.


7- ¿Qué novelistas o poetas lo intrigan o lo hacen volver una y otra vez a sus novelas o poemarios?


No tengo de tales libros para releer; se fueron yendo de mis manos, en gran parte y a mi pesar. Pero cuando se me vienen a la memoria, los disfruto. A veces solo se me viene el sabor, o un color o perfume, y lo disfruto. En algunos casos he vuelto a leer, por ejemplo El libro del trópico, de Arturo Ambrogi, y lo disfruté; quise leer narraciones de Francisco Gavidia, y no pude concluirlas.

Volví a leer Fuenteovejuna y el Lazarillo de Tormes. Puedo disfrutar los Cuentos de Cipotes de Salarrué, si lo tengo, ya que lo he regalado muchas veces; lo mismo Andanzas y Malandanzas, de Rivas Bonilla: lo he comprado y lo he regalado muchísimas veces. Por una razón diferente, leí hace pocos meses Sibela, de Alfonso Kijadurías, de casi quinientas páginas, novela inédita, y tiene mis elogios.

8- Si tuviera que definir el tipo de legado que le dejarían las letras salvadoreñas a la literatura universal ¿cuál sería su respuesta?

No sabría decirlo. Yo diría que el peso del que puedan sustentarse y equilibrase otros es regional; el país no da para tanto. Pero todo es temporal, un “para mientras”, como se dice, un tente en pie. Algo profundo y trascendental está sucediendo que nos atañe a todos, en lo que no hay fronteras. Lo que se nos ha legado continuará.

9- ¿Es necesario el trance o la racionalización en la concepción poética?

Yo más bien hablaría de lucidez y sensibilidad. Luego, pulimento, atención, cuidado.

10- ¿Cómo analiza a la nueva generación de poetas salvadoreños?

 No estoy muy al tanto de lo que se escribe; por lo que puedo darme cuenta, se escribe bastante, se produce, hay movimiento, talleres, plazas, público. Sí puedo afirmar algo: respeto y aprecio la labor y la búsqueda de la poesía llenas de inquietud, de incertidumbre, anhelo y alegrías. Realmente, abrazo a quienes van tras de la poesía y la buscan.
Conozco algunos nombres, pero me faltaría leerlos más. La poesía es inagotable, nunca se acabará.

11- ¿Qué nombres convoca cuando piensa en la poesía centroamericana?

Miguel Ángel Asturias es el primer nombre que se me viene a la mente. Y se sostiene. En Guatemala hay muchísimo. Pedro Geoffroy Rivas, Alberto Guerra Trigueros, también me vienen a la mente. Me gustaría conocer el Jonás *.

12- Cuáles son sus proyectos actuales dentro de la poesía?

¿Proyectos? No puedo evitarlo; siempre busco la poesía, el fenómeno poético, en la paz de Dios.


13- ¿Es la intimidad el mayor trance de un poeta?

Es necesaria. Es la habitación, el espacio, el bombillo. ¿Qué viene después? Allí está el cuento. De la intimidad puede uno asirse en cualquier lugar, rincón o plaza del universo.

*Se refiere al poemario Jonás, del poeta hondureño Enrique Cardona Bulnes

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