miércoles, 5 de enero de 2011

El ride de los poetas



Los autos siguen pasando y el poeta espera en la orilla, pegadito a las señales de tránsito. Espera el ride, se deja cortar los dedos extendidos. ¿Con qué escribirá ahora? ¿Es tan buena la poesía escrita con pulgares sangrientos?
El poeta jura bajo la bandera nacional cada vez que publica un poemario. Jura que el nombre del país irá codificado en cada verso, que la patria nunca podrá echárselo en cara. Es tan hermosa la oportunidad de rescatar el patrimonio intelectual a través de la gran paja del nombre y la sintaxis.
Cuando llegan las cartas, aprovecha el reverso blanco para responder al emisario, “aquí mismo, a la sombra de tus letras, deseo expresarte lo mucho que te admiro… que tu tinta se mezcle con la mía…”
Nadie se detiene en los bulevares. El poeta es insignificante parado ahí, redondo y colorido, escaparate y guirnalda. Toma el café a las tres para llorar como perito mercantil con atraso de sueldo. Husmea, practica alpinismo en las grietas abiertas del asfalto y desea –con los puños reventados por la tensión- agarrar velocidad, deslizarse, moverse, ser algo normal dentro de la gloria patria.
Y nadie lo recuerda.
Y sufre mucho por ello.
Pobrecitos los poetas, Roque.

F.E.

No hay comentarios: