lunes, 13 de diciembre de 2010

Estación Limbo 8: Flotar


No sé cuánto se practica para lograr esa cara de asco refinado. Los android se broncean en algún tipo de zen minimalista que escapa a mis rastreos.
Hay un asco para cada cosa, para el cansancio de las dos, para el hartazgo del lunch, lo importante es hacer el moíno y desplazarse rápido por los pasillos, sin mirar a los lados y con los nudillos del puño bien pegados a la costura del pantaloon.
Unas veces se habla con total camaradería y otras veces se odia, con una intensidad láser que desconcierta. Estiro el cuello sobre el corral y puedo ver los puntitos rojos en la nuca del vecino. El jefe es un francotirador avezado, con su pulso inconmovible bien pudo disputarle un par de medallas a Vasili Záitsev. O sos el lobo o sos el alemán caído con los pantalones abajo.
El decorado cambia constantemente. Frío verde, pájaros que vienen, dan su charla en los cables y se van. No hay noticias y si las hubiera, se recibirían con el sentido de extrañeza que un astronauta percibe cuando, flotando en la estación especial, ve la tierra y se pregunta ¿existe la muerte? ¿to be or not to be?
El asunto es que la mueca debe ser perfeccionada a diario, frente a todos, face off. De lo contrario, se corre el riesgo de que los espejos revienten y que los teclados se conviertan en blancas piranhas tatuadas, alfabéticamente.

F.E.

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