viernes, 18 de junio de 2010

Buenos días, Saramago

"Siempre fui un ateo tranquilo, pero ahora estoy cambiando radicalmente de idea." (J. Saramago)

En el centro del lago de Kinnereth, Saramago nada hacia una barca vacía. Como un ritual estipulado, repetirá todos los nombres de los santos martirizados, pero en esta única ocasión, mencionará al santo anónimo, a la santa del perjurio y el olvido.

En la barca, el mar se hace mar y Saramago aguanta el equilibrio: ni Dios ni el Diablo vienen a hablar con él... venimos todos sus lectores, nadando torpemente, un cardumen ciego e inmenso que ha hecho de este hombre su faro, lente panorámico, profundidad de espejos.

La pregunta flota sobre las aguas: ¿seguirá escribiendo, señor Saramago? ¿Empezará a hacerlo más temprano esta vez?

Saramago sonríe. Desaparece. Ni cielo ni infierno. Pura memoria como brizna sobre el Kinnereth.

F.E.

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