lunes, 22 de febrero de 2010

Entrevista a Aram Aharonian, fundador del concepto Tele SUR - Mario Casasús, El Clarín, Chile

“Debemos luchar por la democratización de la comunicación y la información”

Por Mario Casasús

El Clarín de Chile


En entrevista exclusiva con Clarín.cl Aram Aharonian (1946), fundador del concepto teleSUR, analiza la situación política y operativa de los mass media: “Los medios comerciales de comunicación se han convertido en el primer poder: son los que deciden quién es el protagonista y quién el antagonista, quien grita más fuerte y desbocado contra los cambios políticos tendrá más pantalla. Recordemos lo que pasó en Argentina y en Honduras (2009), donde el golpe, al igual que en Venezuela (2002), fue eminentemente un golpe de Estado mediático. Si antes se necesitaban a las Fuerzas Armadas para imponer un modelo económico y político, hoy los medios de comunicación se encargan de ello”


Antes de dirigir la programación de teleSUR (2007), Aharonian había trabajado como periodista en Uruguay (1964-1973), Argentina (siendo corresponsal de Excélsior en 1973), Colombia (1974-1975) y Venezuela, país al que arribó en 1986 enviado por Prensa Latina. Con total conocimiento de la historia de los medios de comunicación, Aram Aharonian exige: “Ya el Che, Fidel y Neruda estaban claros de la necesidad de recuperar la voz y la imagen de nuestra gente, silenciada, invisibilizada, por los dueños de los medios de comunicación trasnacionales y sus repetidoras nacionales. Ahora ya no podemos pensar sólo en una agencia de prensa: debemos luchar por la democratización de la comunicación y la información. Luchar por la democratización de las frecuencias de radio y televisión y el derecho humano a informarse y estar informado”


MC.- En Venezuela, Fidel Castro y Pablo Neruda hablaron “de las posibilidades de una agencia de prensa para la América entera. Me parece que de aquella conversación nació Prensa Latina” (23/enero/1959); ¿la experiencia de Prensa Latina fue la inspiración para fundar teleSUR?


AA.- A 50 años hay ya muchos “padres” de Prensa Latina, pero lo importante de aquel diálogo fue que se identificó allí lo mismo que repetimos hoy: la necesidad de vernos con nuestros propios ojos. Desde la Conquista siempre nos hemos visto con ojos extranjeros, y en ese camino fuimos dejando lenguajes, tradiciones, culturas, formas de vida. Ya el Che, Fidel y Neruda estaban claros de la necesidad de recuperar la voz y la imagen de nuestra gente, silenciada, invisibilizada, por los dueños de los medios de comunicación trasnacionales y sus repetidoras nacionales. Ahora ya no podemos pensar sólo en una agencia de prensa: debemos luchar por la democratización de la comunicación y la información. Luchar por la democratización de las frecuencias de radio y televisión y el derecho humano a informarse y estar informado. Es imposible pensar en otro mundo posible -por más necesario que sea- si dejamos en manos del enemigo la comunicación y la información.



MC.- ¿Qué destacarías en el quinto aniversario de teleSUR?, ¿cómo lograr una mejora de los contenidos y coberturas para evitar sectarismos?

AA.-
Hay un largo camino entre los objetivos de teleSUR y lo que se cumplió: no es casualidad que de sus fundadores no queda casi ninguno. Destaco sobre todo que sigue siendo necesario terminar con los viejos paradigmas que nos habían impuesto: hoy sabemos que para que la comunicación sea realmente alternativa -al pensamiento hegemónico del Norte- debe dejar de ser marginal y convertirse en masiva. Hoy sabemos que sí es posible vernos con nuestros propios ojos. Pero sabemos también que de nada sirve tener medios nuevos, propios, si seguimos copiando los formatos del enemigo y continuamos transmitiendo los contenidos del enemigo. Es más, la agenda informativa la sigue haciendo el enemigo.


“Para evitar sectarismos hay que hacer de teleSUR una empresa multinacional latinoamericana -por ahora sólo lo es en la retórica-, donde tengan opinión compañeros de toda la región, con un cuerpo de profesionales con vocación integradora y conocimientos reales sobre o qué pasa en Latinoamericana. Además, si dejamos que nuestros informativos giren sobre las imágenes de las agencias trasnacionales, difícilmente podamos tener una agenda informativa y política propia. La falta de imágenes propias, la incomprensión sobre la realidad, y ahí entra el desconocimiento real de los movimientos sociales y de la diversidad que hace una verdadera identidad de Nuestra América, esto dificulta la tarea de visibilización de nuestras realidades”.


MC.- ¿Qué semblanza harías de la prensa venezolana?, ¿cuál es la situación operativa y política de los medios privados y alternativos?

AA.-
Venezuela ha sido el globo de ensayo sobre el uso de los medios de comunicación como ariete de la globalización neoliberal, de los intereses de las trasnacionales y de una burguesía en retroceso ante el proceso de cambios que se vive en el país. Si alguien estudió que la prensa era el cuarto poder -detrás del ejecutivo, legislativo y judicial-, fiscalizador de estos tres poderes de la unión, es mejor que tire ese texto a la basura. Los medios comerciales de comunicación se han convertido en el primer poder: han destruido la credibilidad de los partidos y de la institucionalidad, y son los que deciden quién es el protagonista y quién el antagonista, quien grita más fuerte y desbocado contra los cambios políticos tendrá más pantalla, hasta que no les sea funcional y sea olvidado. Este esquema se repite en casi todos nuestros países y en el último año podemos recordar claramente lo que pasó en Argentina y en Honduras, donde el golpe, al igual que en la Venezuela del 2002, fue eminentemente un golpe de Estado mediático. Si antes se necesitaban a las Fuerzas Armadas para imponer un modelo económico y político, hoy los medios de comunicación se encargan de ello, bombardeando al ciudadano todo el día con información, publicidad y entretenimiento –de las series de televisión, por ejemplo-, y ya en su propia sala o su propio dormitorio.


“En Venezuela hay decenas de televisoras privadas -nacionales y regionales-, más de seiscientos radiodifusoras privadas, muchas de las cuales hablan de falta de libertad de expresión, y tratan de evitar toda clase de control estatal. Venezuela tiene una excelente ley de radios comunitarias, y un reglamento que impide que realmente éstas funcionen -de cumplirlo a cabalidad-, clara demostración que en los 11 años de gobierno, jamás se tuvo una real política comunicacional.


“Es de destacar, asimismo, la recuperación del espacio público comunicacional, pero lo lamentable es que teniendo varios canales de televisión, su audiencia sumada es ínfima, lo que demuestra lo que te decía antes, que de nada sirve tener nuevos canales si no tenemos nuevos contenidos y seguimos copiando los formatos del enemigo”.


MC.- Para los que no vivimos en Caracas, nos resulta poco familiar la noticia de la reciente renuncia del director de Globo Visión; ¿por qué se hace una férrea defensa en el extranjero de la televisión privada venezolana?


AA.- Creo que se le da demasiada importancia a la renuncia. Alberto Federico Ravell quiere ser diputado y en eso está empeñado. Por otro lado, los socios capitalistas de Globovisión tienen otras empresas más importantes que la emisora, que apenas llega a un siete por ciento de audiencia. Ravell les era molesto para seguir con sus bancos y sus concesionarias de automóviles, entre otros negocios. Nada ha cambiado en Globovisión, aunque hay quienes piensan que ahora dejará la guerrilla mediática y se pondrá en cumplimiento del estado de derecho y respetará los marcos legales, como debió habérselo exigido el gobierno venezolano muchos años atrás. Mario, te decía antes que los medios comerciales y, en especial la televisión, es la principal arma de las trasnacionales, en la formación de imaginarios colectivos, en la incidencia en la cultura y en la forma de vida, en la propalación del odio social y racial.


MC.- El espectro radioeléctrico es propiedad del Estado y las televisoras son concesionarias, ¿por qué los empresarios de los medios de comunicación latinoamericanos se escandalizan cuando no se renueva una concesión televisiva en Venezuela?, ¿qué les hace pensar que son dueños a perpetuidad y con total impunidad de la señal de televisión?

AA.-
Primero, porque ellos mismos se abstienen de poner en claro que el espectro radioeléctrico es patrimonio de la humanidad administrado por el Estado y siguen queriendo confundir a la gente con esa sustitución de su “libertad de empresa” por un altruista “libertad de prensa” (sic). La historia de la segunda mitad del siglo XX, en contubernio permanente con el poder político les hace creer -como lo creía Clarín en Argentino o Globo en Brasil- que nada puede cambiar eso.


“Porque también, desde el campo popular, debiéramos saber qué hacer después de una pelea por la democratización: qué medios estamos dispuestos y en condiciones de afrontar, qué proyecto político-cultural tenemos, si hemos preparado a nuestros cuadros para asumir la conducción de espacios o de emisoras. No se trata solo de acceder a la nueva tecnología, sino saber para qué la utilizaremos, con qué fines. Y saber si tenemos gente que se ha apropiado de esa tecnología para poder tener emisoras alternativas con mensajes masivos, y no, como nos enseñaron, resignarnos a creer que alternativo es sinónimo de marginal”.


MC.- ¿Qué análisis del discurso hacés en torno a las próximas campañas legislativas, entre el proselitismo y el marketing televisivo?

AA.-
Veamos qué pasa en estas elecciones parlamentarias. Hasta ahora, Hugo Chávez ha sido el aglutinador: portaviones para sus partidistas, “demonio” para la oposición. No hay proyectos políticos que se presenten a los electores. Y me temo que en esta oportunidad, sea nuevamente la televisión la que propicie a los candidatos más radicales o más fotogénicos, porque el chavismo debe ganar votos de una clase media que tuvo históricamente abandonada, y la oposición debe seducir a las clases populares.


MC.- Venezuela es el tiro al blanco preferido de las cadenas televisivas de Norteamérica, de los agremiados de la Sociedad Interamericana de Prensa, de los esbirros del libre mercado y de las campañas comunicacionales diseñadas por la CIA, ¿se tiene esa percepción en el país?, ¿los mass media son eficaces en el desprestigio y la desinformación?, ¿o han perdido toda credibilidad al interior del país?


AA.- Ambas cosas. Su eficiencia está marcada en la falta de una política estatal de comunicación e información, lo que hace que la agenda informativa y política la maneje la oposición o los medios comerciales. El Estado ha tenido una política reactiva: aunque tiene toda la información se abstiene de ofrecerla a la ciudadanía y reacciona a los golpes que le pegan, tardíamente, cuando el imaginario fue recreado por ellos. La credibilidad ha caído abruptamente desde el 2002, de ahí la crisis de los grandes diarios del establishment. La gente ve televisión pero sabe discernir lo que es realidad, de los que se quiere mostrar como “realidad virtual”. Lo peor es que los medios del Estado no se diferencian mucho de los comerciales en calidad del mensaje y en credibilidad. Se confunde información con opinión editorial y opinión con propaganda. En cuanto a las cadenas y agencias internacionales, todos sabemos que sólo aparecemos en los noticieros cuando nos ocurre alguna desgracia. Para ellos, los latinoamericanos somos en blanco y negro, o sólo en negro, porque de nosotros sólo difunden miserias y desgracias. Hay un colosal exceso de ignorancia sobre lo que realmente pasa en Venezuela.


MC.- Finalmente, ya comenzó la hostilidad de Sebastián Piñera en contra del gobierno venezolano, ¿qué línea editorial esperas de la televisora del nuevo presidente de ChileLANdia con respecto a Venezuela y el ALBA?

AA.-
Sebastián Piñera, más Álvaro Uribe, más Alan García, es como para salir corriendo. No creo que hubiera sido muy grande la diferencia con Frei como presidente, pero lo cierto es que en la pobre América hoy existe un eje del Pacífico, Proyanqui, entreguista, que trata de impedir los procesos de integración. La línea será militantemente antichavista como ya lo ha declarado tan diplomáticamente el próximo presidente chileno. Lo bueno es que a Piñera le puede salir el tiro por la culata.

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