lunes, 23 de noviembre de 2009

Aquellos Sextos de lluvia, 1998

Los "Sextos" no eran más que los junios invernales que crucé junto a mis amigos de infancia. Esos junios que jamás escamparon y que me dieron todo: a Mayra, a Esteban, al doloroso y bestial Golpe de Estado.
"En junio me ha pasado todo", le dije a Rigoberto en esa tarde lluviosa dentro de la Fuerza Aérea, y él me respondió "ojalá que esto pase luego entonces."



Akarma

Es difícil,
difícil hablarte de todo
sin una palabra dispuesta.
Hacerte creer que soy grande
y que mi frente mide
la longitud de tu espacio.
Qué grande,
grandiosidad de aniquilar
fronteras de luz
y comarcas de sombras:
dar un salto en la nada
para caer en tus pasos.

Es difícil,
muy difícil
confiarte mis brazos,
mi sangre en tu boca,
mis verdades.
Hacerte creer que la edad
es la cárcel de lo eterno
y que la eternidad
aunque nunca llegue,
siempre estará esperándonos.




Casa de Rubén

Se pueden cerrar conclusiones,
amanecer estirado o encorvado,
una de dos.
Se puede intentar un monólogo
frente a los objetos mudos.
Creer en nada.
Se puede madurar un verso
en diferentes tristezas,
madurarlo,
verlo caer como las viejas teorías.
Andar despacio
a través del silencio ajeno,
sentarse,
entablar un duelo con el librero.

Se puede llorar
como en los primeros años,
cuando te dejaban solo,
cuando moldeaban tus nervios
para lo que venía.
Se puede incluso agitar,
armar una revolución de hastío,
tomar una cuchara y observarla
como el gran descubrimiento del siglo…
sí, se puede hacer de todo,
servirle de modelo
a un pintor invisible,
hacerle una declaración
de amor
a los muebles,
buscar el corazón de la guitarra
que se abandonó hace mucho tiempo,
buscarle sus pulmones,
lo que piensa.
se puede incluso existir
nunca haber existido,
nunca haber tomado el lápiz,
una cerveza entre viejos conocidos,
la vida en serio,
la muerte en serio.



Idas y Vueltas

Podría sucederme
el desencanto,
no sentir
el paso firme
del pavimento sobre los pies,
la terrible vergüenza
de un aristócrata desnudo
ante el público.
Ser
de una tierra, solamente,
de un lugar,
soledad desbordando
el pálido abismo de los periódicos.
Podría vagar de un lado a otro
tomado de las manos con la mujer
que ya podría amar.
Podría ocurrirme
el hijo,
el nieto en la traslación
de las almas;
la insistente lluvia
y el reclamo del tiempo,
el comenzar de nuevo

o la vida,
que al final de cuentas
se va convirtiendo en lo mismo.




Alquimia en lo Negro

Existe una sola noche,
una sola lectura,
espacios distendidos
donde los días colapsan gélidos
como la fría materia de ciertas almas.
Existe la luz,
el guiño perpetuo de los soles,
embriones de tiempo ocultos
en la marcha de sus pasos.
Existen las viejas formas,
epidemias,
criaturas enamoradas
de los objetos subterráneos.
Existen los sistemas,
lo geométrico,
la espiral de los vegetales
moldeando los surcos del viento.
Existen,
nada más existen
silenciosas armonías,
reflexivos insectos y nómadas taciturnos,
gránulos
gotas
los atajos que selecciona la muerte
para burlarle ventaja a su elegido.




Ojo de Celda

No hablo de calendarios
ni de cálculos suplicantes.
No hablo del sudor resbalando
en el cuello,
ni del rasgo,
ni del monosílabo día.
Hablo del mismo que ve correr sus ojos
hacia el seno de las rameras;
hablo del codo opuesto
y de la claustrofóbica forma al contemplar.
Hablo de la ausencia,
del maldecir unánime
y de las estatuas,
del territorio prohibido
y de los pies invasores.

Hablo de todo cuanto puedo,
del soslayado amor
que pretenden las manos,
de la fría estrechez
que soportan los dedos.
No hablo de honestidades
ni de amos
ni esclavos,

Hablo tan solo humano,
clínico,
tan vasto,
demencial entre dientes.





Cuando Es Tan Grande Mi Pecho

A fuerza de vientos,
a fuerza de mis duras piernas a l mediodía,
cuando es tan grande mi pecho
y tan horizontal mi esternón.
A fuerza de almendros dormidos
en algún sueño de agosto,
en alguna sombra
que no es humana
ni vegetal.

A fuerza de repetirme
uno a uno mis verbos,
de alejar los pasos y regresar de nuevo,
de sospechar las intenciones del cielo
y de no conmoverme
con el plomo del infierno.

A fuerza de un ritmo inevitable
que va de menor a mayor,
cuando salta y emula
a las olas mi alma,
he llegado a comprender,
sumiso de asombro,
dónde cabe en propiedad
lo que soy.


F.E.

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