jueves, 6 de agosto de 2009

Testimonio, Gabriel Galeano, Artista Visual, Honduras

Por este medio, quiero manifestarles la profunda violación a la que he
> sometido. En un hecho sin precedentes en mi historia, fui capturado,
> golpeado y torturado por el Comando de Operaciones Especiales Cobra. El día
> jueves, alrededor de las 11.00 de la mañana, fuimos atacados y severamente
> golpeados en el sector de la colonia del carrizal. Como en un verdadero
> campo de concentración fuimos obligados a acostarnos con nuestros rostros
> sobre el suelo y las manos sobre la cabeza, al mismo tiempo que infligían
> golpes sobre las distintas partes de nuestro cuerpo: “les duele el culito
> mierdas” “perros vagos que no buscan que hacer” “nos tienen hartos y
> cansados de esta mierda, por eso los vamos a verguear”. En ese momento, tan
> solo podíamos percibir las botas de los soldados, dado que no podíamos
> levantar nuestras cabezas, al mismo tiempo que el compañero de al lado
> clamaba piedad y gritaba de dolor, “ya no me pegue compa” “somos hermanos”
> al mismo tiempo que contestaban: “yo no soy hermano tuyo perro basura”.
> Durante ese espacio, solo los lamentos y quejidos se presenciaban en
> aquella
> mañana sórdida de humanidad en Honduras. Fuimos castigados por manifestar
> nuestros derechos frente a un régimen que se impone a través de asesinatos
> y
> de la represión brutal. Después de haber sido castigado nos obligaron a
> levantarnos: cuento tres y están de pie, hay el que no se meta a la fila
> hijos de puta.” En ese momento me pregunte: ¿De que se nos acusa? ¿Por qué
> me reprimen si las leyes de Honduras amparan mi rebeldía? ¿Por qué se me
> castiga si nunca le he hecho daño a nadie? ¿Por qué les pegan a vuestros
> hermanos? ¿Por qué se les castiga a los artistas? No lo se, hasta el
> momento
> nadie ha respondido a mis interrogantes.
> Logre introducirme en la fila, con el profundo dolor que llevaba en mis
> glúteos y mi espalda. Fue en ese espacio que pude percibir al candidato a
> la
> Presidencia y líder sindical Carlos H. Reyes con su brazo izquierdo
> fracturado y su oreja cercenada, a la par de él un señor con su rostro
> profundamente inflamado y bañado en sangre. En un recorrido rápido, dado
> que
> llevaba mi rostro hacia abajo y los brazos hacia el cielo, por mandato
> militar, pude percibir que la mayoría de los lesionados eran adolescentes,
> niños de 15 y 16 años que habían sido severamente castigados por la
> opresión
> fascista del régimen de facto.
> Algunas adolescentes se encontraban allí -estudiantes universitarias-
> señoras de la tercera edad también habían sido fuertemente golpeadas. Luego
> nos gritaron que bajáramos la cabeza: en “cuclillas perros” “como cusucos
> hijos de puta” nos gritaban mientras flagelaban a uno que otro. En ese
> momento, como verdaderos delincuentes empezaron a hacer un registro
> exhaustivo y minucioso de nuestras pertenencias, fue en ese momento que
> procedieron a robarme mi cámara digital, por cierto una cámara NIKON color
> negra que reciénteme había adquirido. Pero no fui el único, los teléfonos
> celulares fueron robados, y digo robado por que así fue, utilizaron la
> fuerza para despojarnos de nuestras pertenencias. En ese momento solo
> percibía sus botas y escuchaba los lamentos y llantos de un joven, que al
> verle su rostro se podía ver toda su inocencia. Pero el llanto no conmueve
> a
> las almas pútridas, a los gorilas que han sido entrenados para reprimir a
> sus hermanos. Así que el llanto de aquel joven no fue un signo de
> clemencia,
> sino más bien de debilidad, entre más lloraba más le pegaban, al mismo
> tiempo que le gritaban que no era hombre y porque andaba en esas mierdas.
> Después de 30 minutos de masacres y torturas, espacio donde solo podíamos
> presenciar los gritos de espanto y de dolor de los demás compañeros, fuimos
> trasladados a las celdas de la cuarta estación de policía, a unos metros
> del
> mercado mayoreo. Por la enorme cantidad de personas que éramos, decidieron
> llevarnos como prisioneros de guerra agarrados de la mano haciendo un
> enorme
> cordón humano. Al llegar a la gasolinera donde se encontraban concentrados
> el amplio contingente militar, varios defensores de los derechos humanos
> hacían su trabajo, ellos tomaban nuestros nombres y números telefónicos, al
> mismo tiempo que los policías y militares les gritaban que acá valían verga
> los derechos humanos.
> En grupos de diez fuimos subidos a las patrullas policiales. Algunos
> jóvenes
> tenían lágrimas en sus ojos, rendían su cabeza como si fuésemos criminales
> comunes. Paradójicamente, y a pesar de no haber sido apresado nunca en mi
> vida, un enorme orgullo invadía mi espíritu, dado que no éramos criminales
> comunes, sino prisioneros políticos que habíamos sido ampliamente
> masacrados
> por reclamar justicia y paz social.
> Es por ello que decide abrazar a los más chicos, mientras frotaba su cabeza
> les decía que no debían temer, que su acción era correcta, que levantaran
> la
> cabeza como verdaderos próceres, ya que habían respondido de forma heroica
> ante el llamado de determinadas circunstancias históricas. “No son
> traidores, son valientes hijos de Morazán les exclamaba”.
> Sin embargo, un suculento giro de las unidades llevo una enorme
> preocupación
> en mi espíritu, no tenia idea donde nos conducían, la ruta tomada no era la
> inusual. Una hora mas tarde, me di cuenta que los manifestantes aún se
> encontraban concentrados en el mercado del zonal Belén, esto más, que un
> compañero había sido acribillado por elementos de la policía.
> Un día después, frente a su ataúd, me di cuenta que se trataba del maestro
> de secundaria Roger Abraham Vallejo, quien había sido ultimado de un balazo
> y llevado a un centro hospitalario de la ciudad, donde moriría tras ser
> intervenido quirúrgicamente. Al entrar en prisión comprendí que no era una
> broma, al contemplar a los heridos pero sobre todo al observar las
> dimensiones de las bartolinas empecé a experimentar cierto temor. Me
> resistía en ingresar en un espacio tan pequeño, tan aterrador y de un olor
> fatal. Por suerte, las distintas misiones internacionales que han ingresado
> a nuestro país se encontraban en la posta policial, al ver su rostro sentí
> cierto alivio. Una enorme cantidad de abogados, así como médicos que
> verificaban nuestras heridas. Unas 5 horas después fuimos liberados tras la
> presentación de un habeas corpus por los abogados defensores.
> Al salir, una enorme cantidad de manifestantes abogan por nuestra libertad,
> cada vez que salíamos, gritaban y vitoreaban consignas. Mientras mi madre,
> mi familia, mis amigos y compañeros artistas regocijaban por mi libertad.
>
> Quisiera que las líneas anteriores formaran parte de una narración
> extraordinaria o que fueran parte de mi la imaginación fantástica, sin
> embargo, nada de los descrito se apega a la ficción, todo se acopla a la
> realidad experimentada por los hondureños que abogamos por la libertad y
> los
> cambios sociales.
> No se que pasará, probablemente muera en este proceso. No obstante, quiero
> que las generaciones venideras recojan nuestro legado y que lo atesoren en
> lo más profundo de sus vidas. Tengo conciencia plena, que nuestra lucha, es
> una mas en los anales de la historia, nuestra preocupación no es ajena: la
> conquista por una sociedad justa ha sido una de las preocupaciones de la
> humanidad.

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