viernes, 5 de junio de 2009

Prólogo para un poeta

Del activismo y la militancia
poco puede hablar un poeta.

Un poeta entiende que el abrazo de los amigos
es una especie de órbita que subvierte
discursos y organizaciones.
Del resplandor que irradie
nada podrá explicar el poeta.

“No fuimos hechos para ver de frente el sol,
sino lo que éste ilumina”

Un poeta, entiende poco de la memoria simple de las oficinas,
de las estrategias contra el reloj
y del avance quejumbroso de lectores jubilados.
Nada podrá negociar el poeta
más que su pan de ayeres.
Aunque el poeta vague con hambre y con la vista en blanco
deberá creérsele, pues lleva en sus huesos
toda la historia de los mares partidos,
Las Columnas de Silencio
donde yacerá su cuerpo
flotante
en una pira de piedras.

Un poeta es bandera
y así flamea en las manos del que busca doctrinas
y se sorprende blando y sin compromisos.

Un poeta puede amar el odio y abrazarlo y anularlo,
puede profesar la ficción
y ser más real que un poema grabado en bronce.

Nadie le impone camino
a un poeta que ve islas en las nubes
y se conmisera
de los millones de náufragos anclados en tierra.
Un poeta no creerá en ninguna herida,
en un golpe dado a mediodía en punto
cuando se piensa en el hijo
que come duraznos con las manos verdes
y los ojos limpios de la noche.

Solo podrá exigírsele
las cosas que carga y guarda en sí mismo,
como la casa de un caracol le da refugio al caracol y al que lo ve,
como la vela de un barco le da su casa de viento al barco,
como la página en blanco
hace del libro su origami perfecto,
blanco signo que nos habla sin hablar
y vuelve polvo el comentario de las lápidas.

Un poeta será el primer disidente
de las nóminas que dan salario y prestigio,
el primero en denunciar la economía emocional
y el presupuesto protocolario.

Un poeta es y será siempre
el primer disidente de su sombra,
del sol, del frío, de su poesía hecha ley,
de su estatua hecha poesía.

No podrá consigo mismo
y desaparecerá
al menor intento
de querer explicarse…

F.E.
2006

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